Oda a la Soda


Hace un año, un día como hoy, tomé la decisión consciente de dejar de tomar soda. Honestamente creo que era adicta a la soda, a cualquier tipo de soda, si era gasificada y tenía azúcar, no lo pensaba dos veces.

Mi soda preferida era una mexicana, que se llamaba Jarritos. Aún recuerdo la primera vez que la probé en Las Vegas, un 8 de noviembre del 2009... Qué soda más deliciosa.


Donde vivo, es muy difícil de conseguir Jarritos. Hubo un supermercado que las trajo por un tiempo, pero por algún motivo, mis coterráneos no justificaron con su compra la adquisición continua del Jarritos y eventualmente, desapareció de los anaqueles.

Otra soda que me encantaba era la Inca Cola. Su color amarillo neon, la dulzura líquida, hacía de la Inca Cola, el mejor acompañante de un buen plato de arroz verde con mariscos, o de cualquier parada en el semáforo, más bien.

En un día promedio, común y silvestre, me podía tomar hasta 3 o 4 sodas de lata, la mayor parte del tiempo de dieta, como la Seven Up de dieta panameña, que era la mejor, hasta que la descontinuaron sin previo aviso (muy mal), las Dr. Pepper de dieta, la Mountain Dew de dieta, la Sierra Mist y la Sprite de dieta...

En mi mente, las sodas que consumía afuera de mi casa, llámese en un auto-rápido, en la caja de un supermercado, en un restaurante o en un mall, se clasificaban como sorbos clandestinos, los cuales, por supuesto, no contenían calorías, así que ahí me daba el lujo de tomar lo que fuera.

Hace 365 días mi vida cambió... alguien me dijo que la soda era el borrador de sueños... "Cada vez que destapes una lata de soda, le borras un pedazo a los sueños que puedo tener contigo"... Esas palabras cambiaron mi vida.

Ha sido un año lleno de momentos donde la soda me hizo falta, siempre mi fiel compañera en las buenas y en las no tan buenas. 365 días en los que he visto gente tomar más soda que nunca a mi alrededor. 

Debo admitir que la gente que me rodea, me ha mantenido alineada en mi propósito de dejarla. Mis compañeros de trabajo, cuando hacían alguna reunión o festejaban algún cumpleaños, compraban soda para ellos y una botella de té frío para mi. En mi casa, compro soda cuando tengo invitados, pero siempre son lo suficientemente considerados como para llevarse las sodas que quedan y no dejármelas en la nevera. Y qué decir del artífice de la frase? Mi novio, ni aunque esté muerto de la sed, se pide una soda, aunque sea a) lo único que hay en el restaurante o b) que sea más barato que el agua.

Hace unos meses atrás, me sacó la cuenta de cuánto me había ahorrado, con solo dejar de tomar soda. Hagamos la matemática. Cada soda cuesta un promedio de 0.75, me tomaba por lo menos 3 al día, sin contar las que me tomaba en los restaurantes, que cuestan de 1.50 para arriba. Solo tomemos en cuenta las 3 diarias,  era $2.10 por día, o sea $14.70 a la semana. Al día de hoy, me ahorré $766.50! Eso, sin contar los gastos médicos, por cualquier tambarria que me puede haber dado de ingerir tanto veneno.

Para celebrarlo, me compré un iPad esta semana...y me sobró dinero suficiente para irme de viaje.

Esa ha sido una de las grandes lecciones de mi vida. Cuando lo ves en algo tangible como un iPad o un viaje, la cosa cambia.

Nunca tendré dinero suficiente para pagar lo que esa frase hizo por mi.

Gracias....




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